Flores Grises



Ya las flores, que tanto tiempo estaban tardando en salir, explotan en un brutal juego de colores que acongojarían al pintor más colorista. Sin embargo, una pátina de barniz ceniciento, grisáceo y descolorido las pervierte y las torna las más monótonas de cuantas han poblado cada año, en su repetitiva alegría, este pedacito de nada que se denomina en su egocentrismo la Tierra. Pero sólo ciertas personas con visión de alma pueden verlas coloreadas, cuán afortunados ellos.



(recordemos, yo soy daltónico)

Solo lluvia


Sólo lluvia. Quizá con paraguas, aunque prefiero disfrutarla sin protección. Si, soy un valiente y un arriesgado por no llevar chubasquero, bolsa de plástico o periodico-techo que me proteja de las duras gotas de agua que, en caída libre, se desploman desde las nubes. Me recuerdan, al precipitarse al vacío, a suicidas que deciden que las nubes no son lo suficientemente bonitas como para vivir en ellas. Tragedia, si, pero necesaria tanto para tí como para mí. Para tí porque el agua te inspira, rememora en ti recuerdos quizá inexistentes. Para mí porque vuelvo a mi época infantil (de la que puede que nunca me haya alejado ni tan siquiera un ápice) de correr por charcos y saltar en ellos. Pero sólo es eso, lluvia y nada más.

Viajero de ferrocarril (V)

...que qué hacía tan solo en un tren tan grande. Él, intentando aparentar normalidad, tragó con dificultad, pagó y se fue a su vagón. No podía fastidiar aún más las cosas, debía aguantar sus instintos y mantenerse tal y como ella lo había dejado. Pero se dio cuenta que iba a costarle más de lo que pensaba, ya que la revisora lo perseguía por el discurrir de los vagones. Él se giró sobre sí mismo y le espetó:
-Por favor déjame, no insistas; aún confío en ella , aún la quiero.
La revisora, anonadada mostró un mueca que intentaba ser una sonrisa pero que ocultaba un disgusto por no poder añadirlo a la lista de pasajeros anónimos que habían pasado por sus manos. Ella se alejó abatida y él se desplomó sobre su asiento; comprobó que la velocidad iba disminuyendo. Estaba llegando a su destino. Se aproximó a la salida para bajar en seguida y observó que la revisora estaba llorando en un asiento.
Cuando bajó casi se desmaya; ella estaba allí, esperando con una maleta a los pies. Sobrecogido por la visión, le inquirió con la mirada el por qué de estar allí.
-Nos vamos a París; tenemos que recuperar esta noche que hemos perdido como tontos- le sonrió.
Confuso, la abrazó y la besó; la cogió en brazos y la metió en el tren que acababa de llegar. No podía creer lo que estaba sucediendo. Entraron en su coche-cama, se desvistieron y ,desnudos, se durmieron a la espera de llegar a su destino.



fin.

Viajero de ferrocarril (IV)

...Les explicó que los había estado estudiando porque vivía justo frente a ellos en otro edificio. Les preguntó que si estarían dispuestos a hacer un trato: se intercambiarían durante una semana, ella viviría en el piso con el chico, y la novia viviría en la de enfrente. Él, sin pensarselo, había dicho que sí, fruto de su insaciable apetito sexual, por otro lado tan común en cualquier hombre. Su ya ex había montado en cólera, le había echado de casa y no le había permitido entrar de nuevo.
Ahora sin embargo estaba de pie, caminando con dificultad por los vagones para evitar caerse, dirigiéndose hacia el vagón-restaurante para saciar, en lo medida de lo posible, su hambre. Allí vió que estaba la revisora, observándole. Maldijo su suerte, pues ahora tendría que recatarse a la hora de comer. Mientras pedía un café y algo de bollería, su empleada de Renfe se le acercó y colocó la mano sobre su rodilla cuando le susurraba al oído...




(soy el maestro del suspense eh? :D)

Viajero de ferrocarril (III)

...la libreta de notas que siempre llevaba encima y empezó a dibujar con finos trazos de lápiz el desolador instante en el que se encontraba: un vagón vacío, con una luz tenue causada por un fluorescente a medio encender que le daba un aura cuasi fantasmal. Estaba enfrascado en ese dibujo cuando sintió un crujido en su estómago; tenía hambre, algo normal contando con que habían pasado más de 20 horas desde que había comido. Se acordó que esa última vez había sido con ella; en un restaurante, comiendo opíparamente y embriagados por las botellas de vino. Habían salido un tanto mareados y se habían encaminado a casa a culminar una noche que parecía redonda. En el portal les abordó una chica. Era un tanto desgarbada, quizá demasiado delgada, pero aun así preciosa. En seguida les abordó, pidiendo que la dejaran entrar en su casa para hablarles de un tema realmente importante.
Mientras tomaban café, la desconocida comenzó a hablar...



Son ya 18 años, sintiendo a la gente cerca; casi notando su aliento en mi nuca. Siempre sin necesidad de llamaros, alli que apareciais. No hacia falta que os pidiera algo que vosotros ya me lo dejabais. Nunca he necesitado muchas cosas; pero porque vosotros me lo haciais(y hacéis) todo muchisimo más fácil.
Por todos los que sois o fuisteis o en breve sereis parte de mi persona; Gracias. Nada mejor que eso explica como me siento ahora. Son ya 18 años y confío en que hasta que decida irme del mundo continueis ahí.



[Si, hoy es mi cumpleaños. Ya mayoría de edad :) ]

Viajero de ferrocarril (II)

...Era una guapa revisora que lo miraba sonriente. Él se quedó paralizado ante esa amable visión pues se traía un aire a ella. Iba vestida con el típico uniforme de Renfe. Una media melena rubia le caía sobre los hombros. Unos labios gruesos se extendían al infinito enseñándole unos dientes perfecto. Ella lo sacó de su ensimismamiento y le pidió el billete porque necesitaba comprobarlo. Lo picó y se lo devolvió al instante. Se fue moviendo ligeramente las caderas y él volvió a acomodarse. Se quedó durmiendo con el traqueteo del vagón, que lo mecía, y el sonido continuo de los vagones al pasar sobre las traviesas que lo arrullaba. Se despertó con mucho calor y una ligera jaqueca fruto de la calefacción demasiado alta. Los cristales, empañados, le impedían ver con claridad que afuera estaba, por extraño que resultara, diluviando. Acercó la cabeza a la ventana y el frío de esta lo alivió ligeramente. Buscó entre los bolsillos de su parka...

Viajero de ferrocarril (I)


Chirriaban los frenos ante la tensión del frenado de la mole de varias toneladas que acababa de irrumpir en la estación de su ciudad. Él estaba allí, con su maleta ajada y parapetado con un abrigo, intentando en vano protegerse del cortante viento frío que era característico de esa época. Miró hacia atrás, confiando en que ella aparecería, que habría olvidado lo que había acontecido la noche anterior y que le permitiría volver a casa. Nadie apareció, por lo que se subió al tren. Colocó la desvencijada maleta en un lugar desde el que pudiera verla y se sentó. Se acomodó como pudo en su asiento e intentó dormir. Se encontraba en un ligero duermevela, cuando una mano se apoyó sobre su hombro. Él se sobresaltó y dirigió su mirada hacia el dueño de la mano...




(he vuelto tras mi periplo estudiantil, con más fotos y más escritos)