Poema Dadá

Confiad en entrará eterna cantará
gente: Abrid y justa que puertas
se conserva de confió han más
firme que una guarda que antemuro.
Roca murallas ti hemos las siempre fuerte
protección este tenéis día en y fidelidad.
Aquel porque en para una tierra de Ciudad
y paz la por sé.




Interpretación:
Confiad en que entrará la eternidad. Cantará
la gente: Abrid y las justas puertas
que conservan la confianza han de ser más firmes
que una guarda de antemuro.
¡Roca! ¡Muralla! A ti hemos, siempre fuertes, protegido.
Tenéis este día fidelidad.
Aquel, porque en una Ciudad de tierra supe y por la paz sé.

Frío

Lamentablemente soy frío. Te miro y tiemblas del frío seco, semihelado, que transmite mi mirada. Es como si apagara tu fuego interno, como si de repente el calor interior que poseyeras fuera erradicado como por arte de mi congelada indiferencia. Aunque luches desesperadamente contra mí, hielo hierático, nada puedes hacer. Te estrellas contra el frío, intentas hacer que me derrita, pero tantos años de indiferencia no van a derrumbarme en un suspiro. Así que optas por enfriarte a mi lado, como aceptando tu derrota, mientras copos de nieve van recubriendo tu estampa.


Lánzame ¡oh intifadista¡ Lánzame bien lejos, contra los tanques que la indiferencia y el tedio han mandado aniquilarnos. Lánzame para que me estrelle en una explosión colorida y suicida.
La frágil senda de cristal opaco que unía sus dos cerebros se quebró como fruto de las tensiones que los vientos, llamemoslos extraños, ejercieron. Se habían dado cuenta que una quebradiza pasarela no era suficiente, por lo que trabajaron juntos para remodelarla.
-Sin duda alguna lo que más odio es que una nota suene a destiempo- clamó la pianista- es algo que me puede.
-Soy consciente; por eso solo intento decir que te quiero cuando sé que todo sigue el ritmo cadencioso que aporta el compás de tus latidos-le contestó el pequeño admirador.

Yo-Tú


Yo remo. Tú sonríes. Yo me extenúo. Y me niego a remar. Tú, en mitad de ninguna parte, alejados mil kilómetros de cualquier pedacito de tierra, comienzas a acercarte. Yo, mitad extrañado, mitad agradecido, te dejo actuar. Tú me besas en la mejilla. Yo me sonrojo. Tú, impúdica y alborozada, continúas el recorrido por mi cara, sin llegar a los labios. Yo, vergonzoso por tu comportamiento, me zambullo en el mar. Y me pierdo en la profundidad. Y tú, como poseida por la niñata de Titanic, me lloras.




[los finales buenos han quebrado por falta de capital para subsistir. Mierda de crisis...]