Esperpéntico

Mi bien leído Valle-Inclán decía, ya en su época, que hacía falta deformar la realidad de manera que esta se nos hiciera comprensible; habida cuenta que a la gran mayoría se nos escaparía "el trágico sentido de la vida" si no fuera de este modo.
Últimamente, vagando por las callejuelas árabes, leyendo la prensa o simplemente escuchando, es posible ver la deformidad sin necesidad de ese espejo cóncavo y/o convexo. La sociedad, definitivamente, se ha tornado esperpéntica: ancianos ansiando la juventud que hace tiempo que se les escapó, niños presos de la esclavitud de la madurez impuesta, la denostada generación ni-ni... (sic)

Gracias, de todo corazón, amados conciudadanos.

En efecto

Ayer morí. Puede resultar extraño e incomprensible, pero lo hice. No es esto una visita fruto de una mala conciencia, ni, por supuesto, una premonición de hechos futuros o terribles tragedias. Tampoco he venido a ser una plañidera de mi vieja vida. De hecho, si morí, fue por propia voluntad. No fue un suicidio, no tengo el suficiente valor como para poder hacerme daño.

Tan solo hice acopio de mis fuerzas y las dirigí contra mi corazón, que viéndose rodeado, decidió hacer caso a lo que mi cerebro consciente le dictaba. ¡Ríndete!
No fue, ni mucho menos, una decisión tomada a la ligera. Llevaba ya tiempo incubándola, dándole vueltas, desde que el virus de la insatisfacción inoculó en mí. Quizá, y viendo el panorama reinante, adelanté un poco el final.