En efecto

Ayer morí. Puede resultar extraño e incomprensible, pero lo hice. No es esto una visita fruto de una mala conciencia, ni, por supuesto, una premonición de hechos futuros o terribles tragedias. Tampoco he venido a ser una plañidera de mi vieja vida. De hecho, si morí, fue por propia voluntad. No fue un suicidio, no tengo el suficiente valor como para poder hacerme daño.

Tan solo hice acopio de mis fuerzas y las dirigí contra mi corazón, que viéndose rodeado, decidió hacer caso a lo que mi cerebro consciente le dictaba. ¡Ríndete!
No fue, ni mucho menos, una decisión tomada a la ligera. Llevaba ya tiempo incubándola, dándole vueltas, desde que el virus de la insatisfacción inoculó en mí. Quizá, y viendo el panorama reinante, adelanté un poco el final.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Porqué la insatisfacción, y no el conformismo por ejemplo?

P.

Marques de los heridos dijo...

La muerte; o bien es la antesala para una catarsis, el inicio de algo nuevo, o bien la definitiva inmersion en la nada. Una nada nadeante, una nada de la nada, para nada, donde nada, cuando nada, en defninitva una muerte sepultada.
Mi estimado Pablo: ¿Que muerte te sobrevino entonces?

Maríah dijo...

Por que con el conformismo, nadaría muerto en este mundo...