Síndrome de Cotard

Hiede a muerte mi habitación.
Mi cama, mi ropa, el estante.
Todo apesta a putrefacto,
a descompuesto, a carroña.

Se corrompía a poco,
cada día un saltito más;
una micra más de podredumbre 
iba cubriendo los muebles.
Pero hoy 
(sí, hoy; la vida tiene sus caprichos)
ha terminado por morirse.

Lo triste de todo esto,
si es que puede haber algo más triste,
es que la pestilencia a llegado a mí.
Noto como los órganos gotean,
se derriten poco a poco,
(la descomposición abiótica hace su efecto)
y poco a poco me necroso.
Advierto como una marea de enzimas,
pasan debajo mi corazón,
ya quieto,
y comienza el festín cadavérico.

!Dulce muerte ahora en vida!
quilos y quilos de cuerpo,
que ahora con rapidez las cresas,
atacan sin inmutarse.
(las larvas no piensan, sólo hacen su juego)

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