Romance de un romance

Aconteció un mismo día 
que la toma de Granada.
Quinientos años: distancia.
Pero lo mismo: batalla.

De una casa con solera,
por gran tiempo asentada
en esa tierra tan limpia 
que es la huerta, la murciana.
Venía ella sin temor, 
sobre un violín cabalgaba.

Él, por su parte venía
de varias tierras lejanas
pero en su corazón, allí
Murcia oculta reinaba.
Venía él con lo puesto
pues no le quedaba nada.

Y hablaron desde muy lejos,
fantástica brujería,
y hablaron y hablaron tiempo
y vieron que se querían.

Se amaron así sus cuerpos,
besáronse cada día.
Cambiando de decorados,
su pasión era la misma, 
porque pensaron que al fin
 la búsqueda ya concluía.

Pasaron los meses, años.
Les sonreía la vida.
Viajaron a mil lugares, 
siempre con una sonrisa
porque no tenían miedo,
tampoco tenían prisa.

Mas de forma repentina
un día, allá en septiembre
partieron los dos muy lejos:
uno al norte y otra al este.

Ella dominó muy pronto
su nueva vis diferente.
Él, que era más corto, claro,
tardó varios largos meses.
Y aunque les era muy difícil 
conseguían sobreponerse.

Y una tarde de mayo, con sol,
sin motivo aparente
él habló y habló con bilis,
y usando un lenguaje fuerte,
atacó a su bienamada.
Ella, cual hija de Ceres,
embistió llena de vida.
Pelearon frente con frente,
y, como en toda guerra,
a ambos alcanzó la muerte.

¿Resucitarán sus cuerpos?
¿O sus almas aún calientes
transmigrarán tan tan lejos
que ya jamás puedan verse?


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