La Ciudad (I)


Limitando al Norte, con las impertérritas murallas septicentenarias, al Sur con el inmenso azul marino, al Este con las miles de hectáreas de huertos cuajados de flores, presentimientos de futura prosperidad y al Oeste con los majestuosos montes orogénicos, se situaba la ciudad más bella jamás construida por la Humanidad. Jardines colgantes, al uso de Babilonia, acompañaban el serpenteo del río a través de la ciudad. La autosuficiencia a la que habían llegado les permitía vivir independientemente, sin necesidad de que otros les importunaran. Los dirigentes, hacía tiempo que se habían marchado, quedando la gestión para sus ciudadanos. Estos, gracias a la libertad, habían abandonado las otrora clásicas tertulias de bar para arreglar el mundo, en pos de un mundo realmente arreglado. Todo parecía idílico hasta que, por arte de birlibirloque se presentaron una serie de personajes, altamente peligrosos...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

he sentido armonía. me ha gustado, Pablo.

AMA

Anónimo dijo...

Deberías cambiar autosuficiencia por autogestión, (¡qué bonita palabra!)

P.