La hierba crecía por doquier. La antigua fábrica, antaño lugar de intenso trajín, de gente atareada que correteaba de aquí para allá, no era ya más que una vieja imagen borrosa. Ahora todo estaba florido, debido a la primavera y a las millones de goteras que hacían que el techo pareciera como si fuera a desplomarse de un segundo a otro. Las ratas, ora nuevas dueñas del lugar, campaban a sus anchas sin importarles la solemnidad de aquel lugar que había asistido a la producción del primer ser humano en serie. Siglos después de aquel hito histórico, apenas quedaban ya unos pocos cientos de los grupos bokanosvskificados Gammas y Epsilones. Estos se dieron cuenta del poder que tenían y acabaron con sus dominantes. Ahora, fruto de sus años de condicionamiento servil, no eran más que un puñado de alimañas que no tenían rumbo fijo.


(inspirado en Un mundo feliz de Aldous Huxley)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿quién es el prosista que se atrevió a pisar, por le mero hecho de narrar y describir, la fresca hierba que crecía bajo la sombra del corrompido cartel oxidado, a punto de caer, de la fachada de la fabrica de humanos? ¿quien era él, sigue vivo? ¿donde está su vitacora?

Anónimo dijo...

alguien lo tuvo que contar!!!!