
Nazco, crezco, me reproduzco y me matas.
Y yo, animal de mí, ser irracional guiado por mis instintos, me embeleso, persigo tu rastro, olfateo, te encuentro, muerdo, araño, pruebo la carne, tu débil carne.
Y aprovechas mi frenesí para matarme, lentamente, como un virus que destruye poco a poco cada una de tus células.
Pero, !ah¡ infinita misericordiosa, ese lento homicidio se contrarresta con la vida que me das a cada beso, con cada caricia, en cada instante.